jueves, 11 de septiembre de 2008

32 Años del Asesinato de Sergio Karakachoff


"Un militante no es un héroe. Simplemente quiere vivir. Simplemente no se conforma con aceptar que otros han decidido ya su vida, su futuro, sus módicas ambiciones y su muerte"

Sergio Karakachoff
1939 - 1976





Síntesis de vida obra de Sergio Karakachoff


Introducción


Una de las características de este siglo que culmina, para la historia de nuestro país, ha sido la sucesión de golpes militares destinados a interrumpir procesos democráticos, con su perverso efecto de proscripciones, ilegalidad, corrupción, violencia, tortura, secuestros y muerte.

La última dictadura militar eligió bien a sus víctimas. A la política argentina le falta hoy una generación de dirigentes políticos. Gremiales y sociales que hubieran constituido el dique de contención necesario para evitar el terror, la entrega y el despojo. Sergio Karakachoff es uno de los ausentes.


Su vida


Sergio nació en 1939 en la ciudad de La Plata. Su fuerte convicción y militancia radical lo habían ido preparando desde sus estudios primarios y secundarios en el Colegio Rafael Hernández, dependiente de la Universidad Nacional de La Plata, donde fundó y participó en el Centro de Estudiantes Democráticos del Colegio Nacional hacia mediados de la década de 1950. Posteriormente cursó estudios superiores en la misma universidad, graduándose como abogado en 1965.

En ésta última integró en centro de estudiantes de Derecho, al que llegó a integrar a través de la agrupación “Unión’, compuesta por militantes radicales, socialistas e independientes, la que sería más tarde el germen de Franja Morada agrupación universitaria de la U.C.R.

También realizó estudios de periodismo en esta casa de altos estudios, y más adelante editó “El Sureño” en nuestra ciudad en 1966. Participó además en “El Correo de la Tarde” de la ciudad de La Plata. Además, fue un destacado columnista del diario “La Calle” que clausuró la última dictadura militar. Pero, tal vez fue e! diario “En Lucha, órgano de militancia radical” donde se pueden encontrar sus más encendidas notas en defensa del sistema democrático.

El Ruso, como le decían sus amigos, militaba por la defensa de los métodos pacíficos paz-a luchar por las ideas. Creía en la solución democrática hasta las últimas consecuencias. Rechazaba el camino de la lucha armada porque, sostenía, no creía en esa “lucha de aparatos”. Las únicas armas que utilizaba Sergio eran sus ideas y sus palabras, con ellas era prácticamente invencible.

Pronto encontraba la respuesta. Sus convicciones lo llevaban a afirmar que era necesario construir la Unidad Nacional, encontrar los comunes denominadores y enfrentar a los autoritarios y a sus socios en el silencio, quienes con el correr de los años conformaron un bloque de poder económico fortalecido durante las noches dictatoriales. Y fue Sergio Karakachoff uno de los primeros en articular esta respuesta, que era la que el pueblo esperaba de la Unión Cívica Radical. Convencido de su camino, trajinó cada día de su vida abriendo surcos desconocidos hasta entonces.

La dictadura militar de 1966, lo encontró atento, preocupado, aumentando su abnegada militancia, actuando como profesional. Es representante legal de dirigentes gremialistas, como abogado de la CGT de los Argentinos, en defensa de los derechos humanos y de la democracia como único camino.

Su cadáver, después de su secuestro y tortura, el 11 de Septiembre de 1976 fue encontrado en las cercanías de Magdalena, en los alrededores de La Plata.

Los asesinos habrán imaginado que apuntaban bien. Sin dudas lo hicieron, pero con ello no acaban con su prédica. Lo que desconocían es que, como señala Albert Camus: “la desesperanza no proviene de las derrotas, sino de desconocer el sentido de la lucha”.


Sus concepciones sobre la militancia


Karakachoff estaba convencido de que no debían tener cabida en la U.C.R. quienes aceptaban mansamente los mecanismos del poder instaurado por el régimen o sus continuadores. Los consideraba ideológicamente vencidos, e irrecuperables. Entendía que las posiciones complacientes convertían al radicalisrno en socios de los poseedores, y corresponsables de la consolidación y el agravamiento de las injusticias de los desposeídos.

Replantea la posición con el peronismo, y luego cuestiona el estilo de militancia: el partido no podía ser sólo el Comité, sino que debía salir a la calle, a los barrios, a las asociaciones vecinales, meterse en los sindicatos y en las asociaciones intermedias.

Recorre el país incesantemente pasa construir un radicalismo diferente al que conoce, pero jamás ocupa un cargo de primera línea, porque tenía claro desde siempre los verdaderos objetivos que debe perseguir la militancia política.

En síntesis, un ejemplo de los que no abundan en la actualidad, y por supuesto un auténtico modelo a seguir, que incluso pagó con su vida la defensa de sus ideales.


El significado de Karakachoff hoy


La lucha de Sergio sigue vigente. Sigue vigente porque persisten los mismos adversarios, solapados o no. Sigue vigente porque nuestro país, algo absolutamente impensado hace 30 años, sufrió un deterioro en su tejido social de magnitud catastrófica.

Hoy la historia en otro aspecto, es diferente. Ya nadie teme una asonada militar en la Argentina, simplemente porque los poderosos no la necesitan. Y aquella respuesta que hallamos hace 32 años es insuficiente. Porque muy a pesar nuestro, el pensamiento conservador, la reacción, el antipueblo, la oligarquía, han hecho pie en los partidos populares.

Esto no es un simple consuelo, es la reafirmación de que vale la pena correr el riesgo de que vale la pena cuando hay un profundo convencimiento.

lunes, 8 de septiembre de 2008

La Gran Tentacion - Carlos Fuentes - Articulo El País 31/08/08

TRIBUNA: CARLOS FUENTES. Artículo publicado en El País 31/08/08
LA GRAN TENTACIÓN
“No por nada, el fastuoso espectáculo olímpico se inauguró, de manera reiterada, con la memoria de la civilización imperial de China, la gran \"cabalgata\" a la que se refirió un día André Malraux: la reserva histórica de los imperios que regresan por sus fueros y le imponen al siguiente jefe de Estado norteamericano el deber de negociar con los imperios a partir de la fuerza democrática interna de EE UU.”


La olimpiada en Pekín nos sirve de referente para un cambio global de la distribución de poderes. Los triunfos de China y de Rusia, además de su significado deportivo, señalan la definitiva emergencia de dos grandes potencias mundiales y el fin del pasajero unilateralismo de los Estados Unidos de América. La guerra fría duró medio siglo y enfrentó a dos naciones y a dos sistemas: Estados Unidos y la Unión Soviética, el capitalismo democrático y el socialismo autoritario. Ambos se acusaban de \"imperialistas\", y para la América Latina, Estados Unidos lo era, como la Unión Soviética lo era para la Europa central. En los márgenes, los \"no alineados\" -Nehru, Tito, Nasser-, y abajo, el Tercer Mundo de los países débiles o, con gracioso eufemismo, en desarrollo. Estados Unidos ganó la guerra fría porque la Unión Soviética la perdió. Gorbachov reconoció que el poder armado de Moscú ni reflejaba ni resolvía la pobreza de la economía: devoraba la riqueza potencial. China, demonizada por Mao, inició con Deng Xiaoping un camino de gran desarrollo. Pero el fin de la guerra fría dejó un vacío político global que llenó el Estados Unidos de George W. Bush con una arrogancia unilateralista miope, desorientada y falaz que empeñó el prestigio y el presupuesto del país en una guerra \"contra el terror\" que derrumbó a un tirano dispensable -Sadam Hussein- sin tocarle un pelo de las barbas a Osama bin Laden y los talibanes, refugiados en las fronteras de un aliado de Bush, el Pakistán de Musharraf. Mientras, los norteamericanos violaban no sólo los principios humanitarios, sino las propias leyes de Estados Unidos, creando y manteniendo campos de concentración y de tortura en Abu Ghraib y en Guantánamo y dejando que la guerra \"contra el terror\" fuese percibida como guerra \"contra el Islam\", perdiendo así no solo simpatía, sino credibilidad, y ganando enemigos de un punto al otro del mundo musulmán. Mientras Bush se perdía en estos vericuetos del fracaso, Rusia y China se adelantaban a ocupar las posiciones de éxito que hoy resultan evidentes. China se abrió al mundo, pero se cerró a la democracia, creando un modelo de desarrollo rápido que podemos llamar \"capitalismo autoritario\". El mundo capitalista occidental, que se estima democrático, acudió al llamado de la gran sirena roja, China, regañándola infantilmente por sus travesuras autoritarias, pero aprovechando -¡cómo lo iban a desaprovechar!- un mercado de más de mil millones de clientes potenciales -la quinta parte de la humanidad-. No desdeño los esfuerzos democratizadores que, a la larga, traiga el desarrollo económico a China. Hoy se ven muy lejanos. En cambio, el autoritarismo se engalana con las olimpiadas, vence cotidianamente a EE UU y propone una vía veloz, eficaz y tentadora hacia el desarrollo: el avance capitalista sin las molestias de la democracia, la rapidez de la expansión sin las demoras de la libertad. ¿A cuántos países en desarrollo no les resultará tentadora -irresistible- esta fórmula? Sobre todo cuando el desarrollo nacional es frenado o interrumpido por la violencia impune, hiriendo- como en el terrible caso del joven Fernando Martí en México- a una ciudadanía inerme rodeada de narcos, policías que son criminales, criminales que son policías, y un ejército al que con razón le repugna hacer labores policíacas. Surge entonces -no lo deseo, pero lo temo- la tentación totalitaria. Sólo un estado más fuerte que el crimen puede abatir al crimen, aunque sea cometiendo crímenes. Indeseable realidad. La \"tentación autoritaria\" también la ofrece la Rusia de Vladímir Putin. Vencido y desmembrado el imperio soviético casi por \"la fuerza de las cosas\", Boris Yeltsin confundió la democracia con la debilidad y el capitalismo con la cleptocracia. Las grandes empresas del Estado pasaron a manos de particulares; a veces, los gerentes de aquéllas se convirtieron en los dueños de éstas. Librada al hambre feroz de un capitalismo naciente, Rusia se libró a sí misma a una disminución anárquica. Putin llegó con la clara intención de restaurar el poder de la gran Moscovia. Él es heredero de Iván el Terrible, de Pedro el Grande y del terrible, aunque no grande, Stalin. Putin no se anda con cuentos. Cuando la revista Time, declarándolo hombre del año, le pregunta cuáles son sus deseos, Putin contesta: \"Aquí no deseamos. Aquí trabajamos\" -posa con torso desnudo para lucir su musculatura-, lanza a Sarkozy frente a las cámaras, tartamudo, con más vodka que el admitido por la razón de estado francesa. Baña de sangre a Chechenia, como ejemplo. Y si el alto dirigente georgiano, Mijaíl Shaakashvili, lo llama Liliputin, el mundo ve al nuevo Zar como un tremendo Ras-Putin o Zar-Putin. Estados Unidos quiere rodearlo de misiles en Polonia y de peleles en Georgia. Putin envía los tanques al sur, no porque le tema a Georgia, sino para advertirle a Europa y al mundo: por aquí pasa el petróleo sin el cual sus economías se desploman. El imperialismo del oleoducto, el poder del gasoducto, convierte al occidente europeo en cliente indispensable de Rusia. ¿Sabrá Putin transformar el petropoder en economía de consumo, productiva y diversificada hacia el exterior y hacia el interior? Todo indica que lo hará, si puede, pero con un régimen de autoritarismo creciente. La implacable Maureen Dowd escribe en el Herald Tribune la lista de los ocho años de errores de Bush. La destructiva obsesión con Irak. La borrachera ideológica del neo-conservadurismo. La satanización de países con los cuales, a la postre, hay que tratar: Corea del Norte, Irán, Siria, Cuba. Y mientras el Gobierno de Bush iba de fracaso en fracaso, China se apoderó de una parte tan vasta de la economía norteamericana que, si la retiraran, EE UU sería \"un pato a la pekinesa\". Y Rusia se ha transformado de un país mendigo en una potencia mundial. Hay en todo esto un claro llamado internacional para la restauración del derecho, la negociación y la diplomacia. Y hay algo más. Mientras Bush jugaba golf en Texas, el antiguo imperio \"de en medio\", China, y el antiguo imperio de \"la tercera Roma\", Rusia, recobraron sus posiciones de fuerza y las adornaron con los prestigios del pasado histórico. No por nada, el fastuoso espectáculo olímpico se inauguró, de manera reiterada, con la memoria de la civilización imperial de China, la gran \"cabalgata\" a la que se refirió un día André Malraux: la reserva histórica de los imperios que regresan por sus fueros y le imponen al siguiente jefe de Estado norteamericano el deber de negociar con los imperios a partir de la fuerza democrática interna de EE UU. Esto no parece entenderlo McCain, aferrado a las soluciones de fuerza. Parece entenderlo Obama, consciente de las soluciones diplomáticas. Ojalá no le cueste la vida.
Carlos Fuentes es escritor mexicano. Agradecemos su colaboración.